El mal de altura, mal de montaña o el váguido, para los cuates
El mal de altura o mal de montaña le puede dar tanto a montañistas expertos como a amateurs o meros exploradores de ocasión, porque es el organismo de la persona el que lo determina además de otras circunstancias.
Tal vez ese no era tu día anímicamente o dormiste mal la noche anterior, tu alimentación no era la más adecuada o simplemente, ya te tocaba y el mal de altura puede manifestarse con un simple mareo o llegar hasta un peligroso edema cerebral.
Sin embargo, no es para desanimarse, hay varias formas de contrarrestar su efecto y solo es cosa de agarrarle el modo.
El amor a trepar montañas
Desde inicios del siglo XX, expedicionistas de distintas latitudes comenzaron a ascender montañas con equipo limitado que con su creatividad iban perfeccionando. Los suizos, ingleses y franceses fueron los primeros en intentar el ascenso al Everest en el Himalaya, la cumbre más alta del planeta, de 8848 metros de altura.
En 1978, el italiano Reinhold Messner y el austriaco Peter Habeler alcanzaron la cima del Everest sin aporte extra de oxígeno pero menos de 200 alpinistas han repetido la hazaña; la mortalidad global en el ascenso del Everest sin oxígeno adicional es del 8%.
No es un secreto que los amantes de lo extremo siempre quieren más, especialmente cuando un paisaje de la sublime naturaleza los enamora y saben que hay muchos otros en el mundo. Cuando amas a tal grado la naturaleza no pasa por tu cabeza detenerte.
El reto, la sensación del viento en la cara, los compañeros que se vuelven familia y la inmensa vida ante los ojos, valen la pena para continuar intentando otras cumbres.
Y sin importar el riesgo de un mal de altura, los amantes de las montañas continúan escalándolas, lo cual resulta admirable siempre y cuando, estos mismos exploradores sepan detectar el momento de detenerse, hacer una pausa, o regresar otro día.
Que es el mal de altura
En un paseo a la montaña conocí a Marco, un guía montañista quien me contó que su abuelo Manuel era quien más lo animaba a seguir subiendo y le señalaba el camino cuando salían a senderear.
Marco confiaba plenamente en su abuelo, especialmente por los años de experiencia que don Manuel tenía y porque había enseñado a muchos aventureros el arte de trepar montañas con confianza y certeza.
Antes de morir, Don Manuel le dijo a Marco que vio a expertos exploradores padecer mal agudo de montaña, ya que la inusual alimentación, extenuantes horas de camino y las condiciones climatológicas, provocaban a veces hasta alucinaciones al montañista, que podrían deberse a un cansancio extremo, pero también del mal de montaña, y en este caso, será necesario actuar rápidamente.
Lo que sucede en el cuerpo
Cuando un explorador experimenta mal de altura o mal de montaña experimenta cambios en su cuerpo que pueden ser repentinos o no. La presión parcial del oxígeno disminuye con la altitud, el consumo de oxígeno que requiere el cuerpo aumenta a causa del esfuerzo que exige el ascenso.
El aumento de altitud va acompañado de una bajada de la presión atmosférica, así como de la presión del oxígeno del aire. La falta de oxígeno (hipoxia) provoca una aceleración de la respiración (hiperventilación) y un aumento del ritmo cardíaco (taquicardia), baja la presión del dióxido de carbono en la sangre, eliminando dióxido de carbono por espiración.
Entonces, como el dióxido de carbono se encuentra en la sangre en forma de ácido carbónico, cuando disminuye se vuelve alcalino, lo que perturba funciones fisiológicas, así como el funcionamiento del cerebro.
¿Qué síntomas provoca el mal de altura?
El llamado también mal de montaña o mal agudo de montaña si la cosa se complica, puede aparecer desde una altitud por encima de los 3000 metros y provoca comúnmente los siguientes síntomas.
Cabe señalar que estos síntomas del mal de altura dependerán de cada caso, no todos los que lo padecen experimentan todos o los mismos. A mayor altura, los riesgos aumentan.
- Mareos
- Dolor de cabeza intenso
- Temblores
- Dificultad para respirar
- Sueño
- Agitación al caminar
- Pérdida de apetito
- Excesiva fatiga o sueño
- Náuseas
- Taquicardia
- Vómito
- Opresión en el tórax
- Edema pulmonar (gran dificultad para respirar)
- Coloración azulada en la piel
- Edema cerebral (que inicia con problemas de equilibrio o vista, parálisis, alucinaciones, o hasta estado de coma)
Mal de altura en serio: pasando los 5500 metros
Jean-Paul Richalet, director del servicio de fisiología, exploraciones funcionales y medicina del deporte del Hospital Avicenne en Bobigny, Francia, asegura que por encima de los 5500 metros, el
estado del deportista se va degradando de manera progresiva e inevitable.
Con un episodio de mal de montaña agudo, además de perder masa muscular, puede perder neuronas de forma acelerada, aumenta el riesgo de edema cerebral, parálisis y problemas cognitivos.
Una persona con mal de montaña a estas alturas posiblemente tendrá alteraciones del sueño, duerme más tiempo pero descansa poco e inconstante.
Además, aumentan los comportamientos depresivos, obsesivos y compulsivos. Las personas que han experimentado el mal de montaña a esta altura pueden sufrir después trastornos de ansiedad, hostilidad con los demás e ideas paranoides.
¿Cómo evitar en lo posible que te de el mal de altura?
Antes de subir a la montaña
Para evitar el mal de altura en la medida de lo posible, es importante que aproximadamente una semana antes de la excursión a la montaña duermas lo suficiente, mínimo 7 horas corridas diariamente.
Evitar el estrés y alimentarse sanamente son otras dos acciones básicas.
Por otro lado, ten en cuenta que la ingesta de carbohidratos debe ser mayor a la acostumbrada (tienes permiso de comer más papas y pastas) pero eso sí, hay que evitar los alimentos difíciles de digerir, como la carne roja y preferir el pollo o el pescado.
Durante tu ascenso a la montaña
Si quieres que el mal de altura no pase por ti, la hidratación es fundamental. Puede que asciendas ligero, pero el agua no puede escatimarse y hay que beberla durante el camino.
Pero, si comienzas a sentirte mal, es necesario sí o sí, que lo comuniques a tu guía o a algún compañero que vaya contigo, no ignorar tus sensaciones y evitar subir solo o sola si vas a trepar muy alto.
Si el malestar continua, resulta útil hacer una pausa, pero si los síntomas aumentan te tocará resignarte y descender de la montaña para recuperarte.
Es importante tener claro que tu organismo no se ha adaptado a la falta de oxígeno, no tiene que ver con tu esfuerzo ni tu condición física y nadie va a tacharte de gallina, y si lo hacen, es su problema, tu solo tienes que mantenerte a salvo.
Al descender de la montaña
Marco, el del abuelito explorador, me contó también que cuando comenzó a subir montañas, experimentó el mal de altura en más de una ocasión. Pero un día, su cuerpo simplemente se adaptó y el mal de montaña no volvió a aparecer.
Así que no hay nada que temer, el secreto está en hacerle caso a tus sensaciones y no ponerte en peligro por querer competir o temer a lo que digan los demás si no llegas a la cima. Llegarás
cuando sea tu momento y la montaña te lo permita.
Puedes ir haciendo excursiones e ir aumentando la altura poco a poco.
Si quieres ser montañista…
Si después de leer sobre el mal de altura, estás dispuesto a subir montañas con las respectivas precauciones, ten en cuenta que más allá de ser una actividad extrema al aire libre, el montañismo te enseña a ser paciente, te lleva a disfrutar las maravillas de la naturaleza y a meditar estando en movimiento, te encuentra con nuevos amigos a quienes les confías tu vida.
Pero no dejes de lado que la naturaleza es un ambiente que no controlas aunque lleves tu equipo completo y en perfectas condiciones. Algunas veces sentirás hambre, sed, cansancio, frío, dolor, ganas de bajarte antes de llegar a la cima.
Si te quedas a acampar puede ser que no duermas calientito o de corrido, es muy posible que pierdas señal en tu celular y habrá momentos en los que pienses ¿qué hago aquí?
Peero, la sensación de lograr algo y de ir más allá de tus propios límites te hace volverlo a hacer, aunado a que los paisajes son hermosos y no se comparan con lo que vez en un documental, una guía de viajes o una fotografía.
¿Por dónde empezar?
Si estás en México, antes de querer llegar a la cima del Iztaccihuatl o el Pico de Orizaba, practica en sitios como el Cerro de la Campana en el Estado de México, el volcán Paricutín en Michoacán, el cerro de San Miguel en el Desierto de los Leones, el Ajusco o el Nevado de Toluca, que ya empieza a ponerse bravo con sus 4860 metros sobre el nivel del mar.
Dile adiós al mal de altura o mal de montaña pero sube en compañía. Puedes unirte a clubes de montañismo o senderismo que cuentan con suficiente experiencia para practicar, aprender y conocer a otros aventureros:
Club Citlaltépetl Córdoba no. 235, Col. Roma, T. 5264 3258
Asociación de Montañismo UNAM. Costado Sur Alberca Olímpica Universitaria, en Ciudad Universitaria. T. 5622 0605
Club de Exploraciones de México. A.C. Juan A. Mateos 146, Obrera, T. 5740 8032
EscapandoMX T. 55 2500 7836