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La magia de las manos de los artesanos

Artesanos: el eslabón perdido en la cadena de valor turístico

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La magia de las manos de los artesanos

La magia de las manos de los artesanos

Que los viajes ofrecen a los turistas experiencias nuevas y recuerdos que se convierten en verdaderos tesoros es algo bien sabido. Algunas personas son verdaderos adictos a las fotos, otras prefieren verter sus experiencias en cuadernos de viaje, pero los más, tenemos la costumbre de materializar esos recuerdos adquiriendo objetos de manufactura local: artesanías. En esta ocasión platicamos con Adalberto Füguemann, Director General del Instituto de Investigación y Fomento de las Artesanías del Estado de México, para explorar la relación que existe entre el turismo, la producción artesanal y, sobre todo, el papel de los artesanos.

Cada vez que en nuestros viajes visitamos una tienda para comprar artesanías, se desencadenan dos procesos bastante complejos y cuyos alcances difícilmente nos detenemos a analizar. El primero es de orden económico: el consumo de artesanías dota de recursos a un sinnúmero de familias y trabajadores locales que, regularmente, no tienen otro medio de subsistencia que las labores manuales. El grueso de los teóricos del turismo reconoce a la producción artesanal como un elemento de la cadena de valor turística, ubicándola en el ramo del consumo de bienes.

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El segundo proceso es de orden cultural y sus implicaciones son un tanto más profundas que las correspondientes al entramado comercial del turismo: la compra de artesanía representa el encuentro de culturas disimiles que convergen a través de los viajes. De alguna manera, el consumo de artesanías incorpora al turista a la realidad cultural del lugar que visita.

Definición de artesanía:

La propia definición de artesanía contenida en la Ley Federal para el Fomento de la Microindustria y la Actividad Artesanal revela ese valor agregado que representa el carácter cultural de toda artesanía: “actividad realizada manualmente en forma individual, familiar o comunitaria, que tiene por objeto transformar productos o substancias orgánicas e inorgánicas en artículos nuevos, donde la creatividad personal y la mano de obra constituyen factores predominantes que les imprimen características culturales, folklóricas o utilitarias, originarias de una región determinada, mediante la aplicación de técnicas, herramientas o procedimientos transmitidos generacionalmente”.

En un sentido más concreto, Füguemann considera la artesanía:

“El arte hecho con las manos. En términos de la UNESCO se aplica a toda obra hecha manualmente con el menor número de herramientas posibles, o en su caso con herramientas artesanales, o bien en su forma más contemporánea en la que se utilice alguna maquinaria para simplificar procesos, a diferencia de la producción mecánica y continua que pertenece a la producción industrial. La otra diferencia sutil es la que existe entre arte y artesanía. El concepto medieval de arte se aplica a todo lo que te causa deleite y placer y es elaborado también con las manos. Ambas construyen piezas únicas e indivisibles aunque parezca que la artesanía crea piezas iguales, pero eso no es cierto porque cada obra es elaborada individualmente. La línea entre arte y artesanía es muy delgada y a veces completamente inexistente”.

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Artesanía y turismo son dos actividades que están íntimamente relacionadas, qué duda cabe. Y aunque parezca una relación complicada, lo cierto es que:

“debiera ser muy sencilla e intrínseca. El problema es que, salvo algunas excepciones, al sector artesanal lo insertan en cultura, como elemento folklórico, o en desarrollo económico, a nivel micro y tangencial. Pero pensémoslo de otra forma: ¿qué es lo primero que te recuerda el viaje cuando lo has terminado? Quizá te llevaste tu árbol de la vida, un rebozo, una vajilla, una muñeca de hoja de maíz. La ves en el librero o en la mesita y haces la asociación inmediata. La artesanía está íntimamente ligada al turismo y debería ser parte del sector”.

Un estudio realizado en 2012 por el Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública (CESOP), reveló la precaria realidad en la que se encuentra la actividad artesanal mexicana. Entre otros datos, el CESOP señaló que cerca de 1 millón 800 mil personas trabajan en este sector, pero sólo 507 mil de ellos son parte de la población ocupada, mientras que el resto pertenece a la población subocupada.

Los datos se tornan más agrios al considerar el nivel de ingresos de los artesanos mexicanos ocupados: cerca de 43 mil no reciben ingreso alguno; 222 mil, tienen ingresos menores a un salario mínimo; 87 mil, reciben menos de dos salarios mínimos; 47 mil, menos de tres; 15 mil, menos de cinco y tan solo 3 mil artesanos superan los cinco salarios mínimos.

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¿Cuáles son las razones de este rezago?

Existen muchos factores que complican la realidad de los artesanos, pero dos son los más importantes: la incorrecta visión que se tiene del artesano y la emergencia de los souvenirs. Sobre la primera, Füguemann comenta:

“Nos molesta mucho que al artesano se le use como elemento folklórico decorativo. Es común que se diga: ‘viene el Embajador de Zimbabue… hay que montarle una exposición de artesanía’, eso no ayuda realmente al artesano, no le genera ventas. Hay que concebir a la artesanía como todo un ciclo que va desde la capacitación hasta la comercialización, si no concretamos esto, estamos fallando. Tampoco debe ser el artesano un elemento de verbo que se abandona al bajar del estrado. Suele escucharse ‘mis hermanos artesanos, estoy con ustedes, bla, bla, bla’ y después llega el artesano preguntándose quién lo va apoyar en todo lo bonito que escuchó. Pero las palabras se desgastan y pasan generaciones enteras sin que la ayuda llegue”.

En opinión de Füguemann, el souvenir no debería ser un peligro para la artesanía,

“debería complementarla. Si bien es cierto que puedes llevar artesanía del Estado de México, por ejemplo, también es cierto que puedes hacer souvenirs artesanales. Son dos cosas diferentes, porque el souvenir responde a otras intenciones… en realidad se deberían complementar, pero en muchos casos la artesanía se ve desplazada por esta producción que es mucho más barata”.

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Como una posible solución, Füguemann plantea que se debe:

“generar profesionalización, pero que esté dentro del círculo del turismo. Quien más adquiere artesanías es el turista, el visitante, ya sea excursionista o turista. El turismo tiene que generar pernocta por definición y ahí podemos generar circuitos artesanales para darle a la artesanía y al artesano la connotación que debe tener”.

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