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Leyenda de la tertulia de ultratumba que se cuenta en Nuevo León
De los municipios de Nuevo León, que lucen caserones antiguos que hablan de un pasado económico importante, podemos mencionar a Lampazos, Salinas Victoria y Marín. En este último pueden verse muchas casas cercanas a la plaza principal, que ostentan gruesos muros, historiadas cornisas y amplios ventanales. Uno de estos caserones fue el escenario de una tragedia que dio origen a la leyenda de la tertulia de ultratumba:
Llegaba a visitar el pueblo un joven estudiante, muy aficionado a los bailes y fiestas, invitado por un compañero de la Universidad. Quien le aseguró que las mejores vacaciones las pasaría en Marín, pues la gente en general era muy bailadora y gustaba mucho de las fiestas. Así pues, con estos antecedentes llegaba al pueblo, solo, para dar la sorpresa a su amigo, en un caballo que había alquilado en Monterrey. Como no sabía la distancia que había entre Monterrey y Marín, se le hizo tarde y era ya pasada la media noche, cuando hacía su entrada al pueblo.
De pronto, vio una casa profusamente iluminada, oyó música y risas y animado bajó de su cabalgadura y se asomó por una de las ventanas que estaba abierta. Las damas lucían amplías faldas realzadas por polizones y encajes, y los caballeros impecables levitas y pantalones de cinta de raso. Pensó que sería un baile de disfraces y se animó a entrar. Al llegar a la sala una dulce jovencita fue a recibirle y le invitó a pasar. En ese momento iban a servir la cena y lo presentó a mucha gente que amablemente lo invitó también, pero él ya no se separó más de la hermosa joven que lo había cautivado.
Catalina fue motivo para esta leyenda
Cenó, bailó y platicó con ella, que le dijo llamarse Catalina, y así pasaron las horas insensiblemente, hasta que las luces del alba asomaron; entonces se despidió y le prometió a Catalina ir la noche de ese mismo día. Llegó a casa de su amigo, y después de ser presentado a la familia, se fue con él a la habitación que le habían destinado. Allí le platicó su aventura y su conquista y le pidió que lo acompañase, pues ya estaba ansioso de que llegara la noche para ir a ver a Catalina.
Como el amigo no sabía de quién se trataba, sentía curiosidad por saber quién era la que lo había cautivado así, y al llegar la noche, ambos se dirigieron hacia donde según el forastero, estaba la casa. La luna, igual que la noche anterior iluminaba el pueblo, así que para el ansioso estudiante era fácil identificar la casa. Al llegar al sitio donde la noche anterior había visto la alegre casa, sólo se alzaban los muros de una casona a punto de derrumbarse. Reconoció la puerta, las rejas de las ventanas y desolado supo que esa casa había estado deshabitada desde hacía ya muchos años y que Catalina era, efectivamente, una joven que había muerto en la flor de la edad.
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