Pátzcuaro: Razones para enamorarte a primera vista
Con Pátzcuaro, siempre es amor a primera vista. A solamente 45 minutos de Morelia, capital de Michoacán, se encuentra este primoroso Pueblo Mágico. Colonial, tradicional e indígena, Pátzcuaro es un pueblo único en su sincretismo y en su peculiar magia. Si le tienes miedo al compromiso y crees que aún no es momento de entregarle tu corazón a un lugar, aquí te damos cuatro razones para enamorarte de Pátzcuaro, con todo y sin reservas.
Por el atractivo de su arquitectura
El centro histórico de Pátzcuaro es tan pintoresco como un cuadro, formado por casonas blancas, mansiones señoriales, patios amplios y románticas calles empedradas que desembocan en la elegante plaza principal de Vasco de Quiroga, uno de los zócalos más lindos de México.
Además de sus fuentes y sus arcos, en Pátzcuaro abundan las iglesias, los palacios y las construcciones centenarias, como son la Basílica de Nuestra Señora de la Salud, construida sobre un centro ceremonial prehispánico y que curiosamente no está en el centro del pueblo; el Templo y Ex Colegio de la Compañía de Jesús; en cuya torre está un reloj que fue desterrado de España por dar la hora incorrecta; El Sagrario, un templo que tomó dos siglos en completarse; la Fuente del Torito, que fue acusada por homicidio imprudencial y que tuvo que ser cambiada de lugar; y la plaza Gertrudis Bocanegra, o Plaza Chica, dedicada a la heroína local independentista.
Por el romanticismo de las tradiciones de Pátzcuaro
La región de Pátzcuaro es conocida en todo el mundo por su celebración del Día de muertos, que atrae a miles de visitantes en busca de la belleza de la cultura mexicana. Durante el 1 y 2 de noviembre, las poblaciones de la zona lacustre, como Janitzio, Tzintzuntzan e Ihuatzio, recuperan las creencias originarias de nuestro país, celebrando tanto a los muertos chicos y grandes, como a la Muerte en sí misma, cubriendo cada rincón de los cementerios con el aroma del cempasúchil, la suavidad de la Mano de león, y los colores de las ofrendas queridas. Su lago, usualmente plateado de día y negro de noche, brilla como nunca por el reflejo del fuego de las velas.
Con tal devoción, tal fe, y tal hermosura, es difícil que no te enamores de Pátzcuaro.
Por la belleza de sus artesanías
Pátzcuaro es un pueblo que brilla por las manos mágicas de sus artesanos, quienes saben plasmar su cosmología y sus creencias en bellísimas piezas de distintos materiales como barro, metal, madera, textiles, piedra y hasta fibras vegetales… cada uno de ellos un modo más de expresar sus tradiciones ancestrales.
Aunque hay muchos lugares para acercarse a la artesanía michoacana, hay algunos que tienen un no-sé-qué que los distingue del resto. Uno de ellos es la Casa de los Once Patios, un conjunto de edificios coloniales que solía ser hogar de las monjas Dominicas. Hoy, está dedicado a exponer las artesanías que se crean en sus talleres.
Otro, es el Palacio de Huitziméngari, antigua residencia del último gobernante purépecha, en cuyo patio enmarcado por columnas se reúnen los artesanos para exhibir sus piezas. Vale también mucho la pena ir al Museo de Artes e Industrias Populares, en el Antiguo Colegio de San Nicolás, que tiene una de las mayores colecciones de lacas y maque, un delicado arte que ha sobrevivido el paso de los siglos. Y, por supuesto, no podemos olvidar el Mercado de Artesanías y Antojitos, muy cerca de la Plaza Chica, un mosaico de color que te robará el corazón.
Si tienes la fortuna, buena o mala, de estar en Pátzcuaro en Día de muertos, la Plaza de Quiroga se convierte en un espacio de color, textura y forma, pues en ella se reúnen los artistas para promover sus obras. No dejes de visitarlo y llevarte un rebozo de bolita, típico de los purépechas.
La seducción de los sabores de Pátzcuaro
Con sabores que saben a otros tiempos, especias que recuerdan un pasado ancestral, y preparaciones con aroma a hogar, la gastronomía de Pátzcuaro es irresistible, y te eleva del suelo a cada bocado.
Están, por un lado, los tamales: de acúmara (pescado), de maíz tierno, de ceniza o de zarzamora; por otro, los platillos salados como la sopa tarasca, la olla podrida (con un nombre poco afortunado, pero hechos con pollo, res, cerdo y verduras frescas), el churipo (caldo de chile rojo con res) o los charales; y por supuesto, los postres, como chongos zamoranos, chocolate de metate, nieve de pasta, dulce de chayote, y el popular “pan de muertos”.
Pero no te preocupes por tu dieta, pues comas lo que comas, Pátzcuaro te querrá por toda la vida, como tú la querrás a ella, desde el primer instante que la veas.