Pueblos mágicos
Pueblos Mágicos: Real de Catorce, San Luis Potosí
En medio de la sierra de Catorce, en San Luis Potosí, hay un pueblo que fue de plata, luego de piedra y luego de nadie: Real de Catorce… A 2750 metros sobre el nivel del mar, en pleno semidesierto, hay un pueblo al que se entra a través del puente de Ogarrio, y que parece haber surgido de la tierra misma; sus casas de piedra y sus calles solitarias del mismo tono terroso de las montañas de sus alrededores, con un sol ardiente y un viento que cala.
Hace muchos años, Real de Catorce fue un pueblo de prosperidad y actividad, en gran medida gracias a la rica plata de su tierra y al sudor de sus mineros. Al agotarse las vetas y por lo tanto el progreso, el pueblo quedó casi vacío, casi fantasma, con nada más que sus habitantes más viejos, la desolación de los montes y la eterna vigilancia del Cerro del Quemado o Wirikuta, donde los huicholes creen que se creó el universo. Hoy, es uno de los Pueblos Mágicos más visitados de la región.
El híkuri de los wixáritari
Desde hace cientos de años, los huicholes o wixáritari, han habitado en los estados de Nayarit, Jalisco y Durango. Sin embargo, desde los inicios de su civilización, han peregrinado a Real de Catorce una vez al año, con el fin de visitar el cerro sagrado de Wirikuta o Cerro del Quemado, y sobre todo, recolectar híkuri, o peyote, parte fundamental de muchas de sus ceremonias.
El peyote, Lophophora williamsii, llamado de cariño “la rosita” por el color de sus flores, es, de muchos modos, el corazón de la cultura huichol; la encarnación del espíritu de Kauyumari y representante de los dioses en la tierra; y el vínculo entre lo terrenal y lo divino.
Este ancestral pueblo cree que cada elemento de la naturaleza es equivalente a un ser humano, por lo que todo merece respeto. E, irónicamente, cada vez les es más difícil encontrar su planta más sagrada, por la constate intromisión del mundo exterior.
Peyote como atractivo turístico
Por muchos años olvidado y casi abandonado, Real de Catorce volvió a aparecer en el mapa a finales de los sesentas, en gran medida gracias a la publicación de los libros “Las enseñanzas de Don Juan” y “Una realidad aparte” del antropólogo y escritor Carlos Castañeda, en los que detalla su experiencia con el peyote y otras sustancias alucinógenas.
Y, gracias a la onda hippie y new-age del periodo, cientos de personas comenzaron a visitar el pueblo en busca de la cactácea endémica. Con el paso del tiempo, los rituales centenarios se transformaron en una atracción turística, para aquellos que buscan vivir una nueva experiencia, descubrir una perspectiva distinta o cambiar su vida.
Pero el peyote, al igual que muchas otras plantas similares, no se debe tomar a la ligera. Contiene una sustancia llamada “mezcalina”, que al consumirse en altas dosis altera el estado de conciencia, causando visiones y sonidos alucinatorios, y transformando la percepción de la realidad.
Se dice por ahí, que se deben consumir de tres a siete botones, con el estómago vacío, acompañados de jugo de naranja para enmascarar su amargura; y que sus efectos duran alrededor de ocho horas. Y, aunque muchos afirman que ofrece una experiencia más “espiritual” que la de otros alucinógenos, eso no implica que no pueda tener efectos desagradables.
Mucho más que un mal viaje
Como el peyote es uno de los mayores atractivos de Real de Catorce, hay una importante oferta de “guías turísticos”. Aunque la mayoría puede llevarte al desierto para buscar y consumir el peyote, muy pocos conocen “el modo real” de utilizarlo, para que sea una experiencia trascendental y no solamente un entretenimiento o un experimento. Y, como mencionamos anteriormente, los huicholes no habitan permanentemente ahí, por lo que es bastante complicado conseguir a un auténtico guía.
Otro de los grandes problemas que rodean este tipo de turismo, es la sobreexplotación de la cactácea, que en condiciones normales tarda en llegar a la madurez entre seis y diez años. Usualmente se pide a los visitantes que corten los botones sin dañar la raíz, pues la falta de cuidado durante la recolección ha eliminado una buena parte de la población vegetal.
Y, otro pequeñísimo detallito: en nuestro país, la recolección, posesión y consumo del peyote o “hikuri” es ilegal y se castiga con años de cárcel; su uso solamente está permitido para miembros del pueblo wixáritari. Así que tómalo en cuenta.
La verdadera cara de Real de Catorce
La gran magia de Real de 14, sin embargo, no se limita a su peyote y sus alucinaciones, sino a su cosmología y sus fantásticas leyendas contadas por los ancianos. Conocidos como “Los catorce reales”, este grupo de veteranos se dedican a dar a conocer los relatos y creencias del pueblo, que van desde el venado azul de los huicholes hasta el famoso “Jergas” -el fantasma que guía a los mineros a las vetas de plata-, o “El Charrito”, apodo local de san Francisco de Asís, famoso por solucionar pleitos de borrachos.
Su encanto reside también en los vestigios de su historia antigua, como el Panteón Antiguo de San Francisco, la Capilla de Guadalupe con sus murales y su reja decorada con flores de peyote, la vieja plaza de toros, y el Jardín Hidalgo o plaza principal, un paseo amenizado por las narraciones de los niños conocidos como los “Guardianes del real”.
Y, vale la pena experimentar el ambiente único de Real de Catorce, en el que confluyen la magnífica soledad del desierto con las vibras magnéticas de su Wirikuta, y el bullicio y la alegría de sus visitantes durante los fines de semana.
Es, indudablemente, un Pueblo Mágico perdido entre montañas, leyendas, minas y peyotes.