¿Ya conoces la historia de la Casa de los Azulejos?
¿Ya conoces la historia de la Casa de los Azulejos?
La Casa de los Azulejos, entre Madero y 5 de mayo, es una de las construcciones más hermosas y conocidas de la Ciudad de México y hogar de un tradicional Sanborns. Con su fachada cubierta por talavera poblana, su patio estilo mudéjar, sus columnas de cantera, su espectacular escalera y sus detalles barrocos, es un edificio único en el mundo.
El “palacio de los condes del Valle de Orizaba”, sin embargo, es mucho más que el lugar perfecto para desayunar en el Centro Histórico es escenario de leyendas y testigo de la historia mexicana.
La casa de los Azulejos
La historia
Allá por el siglo XVI, llegó a México don Rodrigo de Vivero y Aberrucia, Primer Conde del Valle de Orizaba, una importante figura en la Nueva España. Al poco tiempo se casó con doña Melchora, con quien tuvo un hijo llamado Luis de Vivero.
Al crecer, Luis se casó con doña Graciana Suárez Peredo, quien heredó la casona de Madero de su padre, Diego Suárez de Peredo. Por azares del destino, don Rodrigo de Vivero obtuvo la propiedad anexa, por lo que don Luis decidió unirlas para habitar en ellas.
Los azulejos de talavera poblana, sin embargo, no las puso él, sino Graciana Suárez de Peredo, la Quinta Condesa del Valle de Orizaba. Ella vivió en Puebla hasta que quedó viuda en 1708 y decidió volver a vivir a la capital.
Sin embargo, la casa estaba en muy malas condiciones, por lo que decidió repararla y embellecerla con azulejos en 1737, trabajo que le encargó a Diego Durán Berruecos.
La leyenda de la casa de los Azulejos
La leyenda, que como toda leyenda tiene algo de verdad, es cortesía del historiador mexicano Luis Gonzáles Obregón. Cuenta que el origen de los azulejos se debe a un regaño de uno de los descendientes del Conde de Orizaba a su flojo hijo, a quien le dijo “Hijo, así nunca llegarás lejos, ni harás casa de azulejos…”.
A raíz del regaño, el joven cambió sus malos hábitos y mandó remodelar la casa con los azulejos.
El Palacio Azul en la historia
Esta bellísima construcción ha sido escenario de muchísimos momentos en la historia de México, desde la entrada del ejército Trigarante a la ciudad en 1821 al final de la Independencia (momento retratado en la obra homónima).
Años después, el palacio fue escenario del asesinato del exConde Andrés Diego Suárez de Peredo durante el Motín de la Acordada.
El palacio perteneció a varias familias hasta 1881, cuando se convirtió en el Jockey Club de México, uno de los centros de reunión más exclusivos de la alta sociedad del Porfiriato. Estas reuniones fueron inmortalizadas en obras como La duquesa Job, del poeta mexicano Manuel Gutiérrez Nájera.
Años más tarde, durante la Revolución, un piso de la casa se utilizó como la Casa del Obrero Mundial (sede de una organización sindical) por un breve periodo, pero fue recuperada por sus dueños originales, la familia Yturbide.
En 1917, los hermanos Walter y Frank Sanborn rentan el palacio para poner una novedosa cafetería con fuente de sodas y farmacia, llamada Sanborns American Pharmacy.
En 1919, abre sus puertas algo muy parecido a lo que es hoy, con restaurante, tabacos y tienda de regalos. Fue en este periodo cuando se crearon sus dos majestuosos murales: Omnisciencia de José Clemente Orozco y Pavorreales, de Jean Palcologue.
Poco más de una década después, el edificio se declara Monumento Nacional de México.
Si todavía no la conoces, ¿qué estás esperando?