México

Para que no me olvides: Oaxaca

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¡Ay mi amor!

Cuánto te extraño, mi corazón recuerda con esperanza tus andares por esta tierra en la que sé, volveremos a abrazarnos.

Hoy pensando en la manera ideal en que mi recuerdo permanezca inmóvil en tu memoria, quiero enviarte mi esencia, para que no me olvides.

Te mando el recuerdo de tus paseos por antiguos templos y espléndidos jardines, así como un listón de colores que simboliza la tradición más pura de mi alma y que estoy
segura llenará de alegría y esperanza tu corazón.

Quiero que llegue a ti esta gota petrificada, que representa la húmeda belleza de esta tierra.

Y de todos los colores que me forman, te mando el negro, que se transforma en arte en un instante.

Te envío universos creados en telar, acompañados de un beso, ahumado y recio pero sublime, para que tus noches consuele.

Y mientras suspiro por verte, te haré llegar una piedra con mi amor tallado en ella, un son para que cantes y una celebración de sabores inquietantes.

Recibe de mí el elixir de los dioses, regalo divino a mis ancestros para deleite de propios y extraños.

Y brevemente me despido con estas letras, para que te sientas en mi regazo.

Siempre tuya, Oaxaca

Los detalles de esta carta

1. La escritora de esta carta no podría empezar con un mejor ejemplo de majestuosidad. La Iglesia y Ex convento de Santo Domingo de Guzmán y el Jardín Botánico son en conjunto uno de los principales referentes turísticos de Oaxaca.

Se trata de un ejemplo de la arquitectura barroca novohispana construido en 1608 y hoy, Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Además de prestar servicios religiosos a la comunidad, posee un convento, sede del Museo Regional de Oaxaca, que resguarda objetos históricos del estado.

Y también alberga al Jardín Botánico de Oaxaca, en donde se cultivan especies vegetales nativas del estado.

2. La tradición más pura del alma oaxaqueña es sin duda alguna, su fiesta de la Guelaguetza, que se lleva a cabo durante el mes de julio.

La cultura multi étnica de Oaxaca convierte al estado en un escaparate de folclor y colorido celebrando el acto zapoteca de dar.

Delegaciones de las ocho regiones del estado: Istmo, Mixteca, Cañada, Costa, Tuxtepec, Sierra Sur, Sierra Norte y Valles Centrales espectacularmente ataviadas con variedad de trajes típicos, representan danzas y
cantos que terminan con la tradicional entrega de regalos al público.

Al llevarse a cabo en lunes, a esta celebración se le conoce también como el “Lunes de cerro”, debido a que se lleva a cabo en el cerro del Fortín, la mayor elevación y principal símbolo orográfico de la ciudad de Oaxaca de Juárez, desde donde se aprecia el centro de la ciudad de Oaxaca.

3. La autora de esta carta envía a su amor una gota petrificada, y no podría referirse a otra cosa que a un paraíso natural localizado a 53 km de la ciudad.

Está hablando de Hierve el Agua, una maravilla de la naturaleza con más de 2.500 años de existencia. Es un sistema de manantiales que formaron un balneario natural con una temperatura media de 25 grados.

La belleza de este sitio es complementada por sus cascadas petrificadas gracias al goteo del agua saturada de carbonatos.

Miden 30 y 12 metros de altura respectivamente y con el tiempo se pintaron de blanco gracias al carbonato de calcio que se ha adhirió a la roca de la montaña.

4. Oaxaca es un destino multicolor, y el negro tiene gran importancia gracias a una de sus más bellas artesanías.

El barro se extrae de pozos y así los alfareros moldean ollas, floreros e infinidad de piezas caladas decorativas.

La casa “matriz” de estas bellas creaciones es el cercano pueblo de  San Bartolo Coyotepec pero las piezas se distribuyen por todo el estado y se comercializan en muchos rincones de la ciudad de Oaxaca.

Se cuenta que en los años 50, Doña Rosa Real descubrió que se podía cambiar el color y el brillo de las piezas puliéndolas y cociéndolas a una temperatura ligeramente más baja.

Así que justo antes de que la pieza de barro se seque por completo es pulida con una piedra de cuarzo, proceso por el cual aparece un brillo negro en lugar de un gris mate.

5. Los universos creados en un telar son aquellas obras de arte que se aprecian en en el Museo Textil de Oaxaca, que brinda un espacio importante a otra de las emblemáticas artesanías de las manos oaxaqueñas desde 2007.

En su interior, una casona del siglo XVIII, convergen las personas y las tradiciones con el arte y el diseño de los  textiles de Oaxaca.

Además de su valioso acervo en el que se conservan piezas delicadas y hermosas, el museo ofrece a los visitantes actividades artísticas, académicas y culturales.

6. ¿Qué podría ser más ahumado y recio que un buen trago de mezcal? que la autora de esta carta interpreta como un beso sublime.

Esta bebida endémica de Oaxaca, extraída del agave, requiere un complejo proceso artesanal de destilación que en el estado se domina de una forma incomparable y se transmite de generación en generación.

Y aun así, en Oaxaca encontramos infinidad de variedades y sabores, para acompañarlo solo con sorbitos de limón o naranja aderezada con sal de gusano.

Se dice, y es cierto, que la mejor producción de mezcal está, desde hace muchísimo tiempo, en el pueblo de Matatlán, cerca de Mitla, en la carretera que conduce al Istmo.

7. Al enviar una piedra con su amor tallado en ella, la escritora nos remite a los lectores a Monte Albán, el sitio arqueológico más importante de Oaxaca por su legado, historia y cantidad de visitantes.

Localizado a 18 km de la ciudad de Oaxaca, Monte Albán fue una de las ciudades más importantes de Mesoamérica.

Fundada en el 500 a.C sobre la cima de una montaña en el centro de los Valles Centrales de Oaxaca, fue sede del poder dominante en la región de los valles centrales de Oaxaca y capital de los Zapotecas desde los inicios de nuestra era hasta el 800 d. C.

Aunque su nombre en castellano fue dado por los españoles, en la conquista, por la similitud del paisaje con los montes Albanos en Italia.

Hoy, es Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, y un orgullo para los oaxaqueños.

8. ¿Cómo no va a ser Oaxaca una celebración de sabores inquietantes si su gastronomía es una de las más exquisitas de todo el país?

Oaxaca es uno de esos sitios en el que la comida y la bebida están presentes durante todo el viaje y a todas horas, aun cuando duermes, porque sueñas con lo que desayunarás el día siguiente.

La cocina oaxaqueña es una cocina de generaciones. Tiene un origen prehispánico que se enriqueció con los años sin perder su autenticidad, aunque no faltan los caprichosos que le ponen su toque fusión, para generar creaciones vanguardistas.

En Oaxaca, el itinerario de atractivos turísticos debe incluir restaurantes o sitios populares de comida, como la variedad de puestos de tacos de tasajo en el mercado, donde no es posible ver más allá de un metro de distancia, por la cantidad de humo que arrojan las parrillas.

Quienes eligen un mole oaxaqueño se ven en la disyuntiva entre cuál probar primero, el negro, el
amarillito, el verde, el coloradito o el suculento mancha manteles, y siempre habrá un pipián para
los menos atrevidos.

9. El elixir de los dioses del que habla la escritora es sin pensarlo dos veces, el cacao, de donde proviene el delicioso chocolate oaxaqueño.

Y aunque Oaxaca no cultiva cacao, sí lo hace parte de su riqueza gastronómica, gracias a las recetas heredadas ancestralmente.

Con el cacao, Oaxaca elabora artesanalmente un chocolate incomparable. Frío o caliente para beber entre las manos, en barra, amargo o dulce para deleitar al paladar.

Mezclado con otros ingredientes, para ponerle un poco al mole, para adornar un postre o para embellecer.

10. Al despedirse con estas letras , la autora podría referirse a un sinfín de lecturas relacionadas con Oaxaca, ya que mucho se ha escrito de este destino.

Pensemos que la referencia trata de Oaxaca de mis amores, de la escritora mexicana Guadalupe Loaeza, quien escribiera en 2016 una recopilación de textos que hablan de la riqueza del destino.

Temas históricos, gastronómicos y culturales, se reúnen en esta obra de forma fresca y amena, como suele ser el estilo de Loaeza, que retrata a la gente como si pudiéramos verlos en persona.

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