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Aeropuertos mexicanos: entre Kafka y Eugenio Derbez

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¿Alguna vez te has preguntado su los filtros de seguridad de los aeropuertos mexicanos tienen algo en común con una novela de Kafka? Parece que sí, porque enfrentar estos controles se ha convertido en una absurda e impredecible experiencia. Y es que, como afirmó alguna vez Carlos Monsiváis, en México “la realidad supera al realismo mágico”.

La capacitación del personal en estos filtros suele brillar por su ausencia, convirtiendo cada viaje en una aventura incierta. Es frecuente encontrarse con agentes más preocupados por revisar las notificaciones de Instagram, discutir el resultado del último partido entre América y Chivas, o compartir memes en sus grupos de WhatsApp, que en detectar objetos potencialmente peligrosos. Esta distracción constante no solo ralentiza el proceso, sino que también pone en duda la efectividad real de estos controles.

La Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC) insiste en asegurar que cuenta con rigurosos estándares y protocolos perfectamente establecidos. Sin embargo, la realidad cotidiana ofrece un panorama completamente distinto. Los viajeros seguimos experimentando episodios dignos de sketches cómicos involuntarios, en donde cada pasajero debe convertirse en experto en explicar que un cortaúñas no es un arma letal ni un gel antibacterial representa una amenaza biológica.

A pesar de los esfuerzos por mejorar la situación, como la implementación de cursos digitales por parte de empresas privadas, el resultado final suele parecer más a una clase impartida por personajes de “La escuelita VIP” que a un entrenamiento real en seguridad aeroportuaria. Es difícil no imaginarse a agentes de seguridad tomando notas en clases impartidas por maestros como Polo Polo o La Chupitos.

La Auditoría Superior de la Federación ha confirmado repetidamente estas deficiencias, publicando informes que advierten claramente que la falta de capacitación es uno de los factores determinantes para la baja eficiencia y calidad del servicio en los filtros aeroportuarios. No obstante, parece que estos documentos gubernamentales están destinados únicamente a acumular polvo y decorar anaqueles en oficinas olvidadas, mientras la realidad sigue siendo tan preocupante como siempre.

Además de las carencias técnicas evidentes, muchos agentes ignoran los procedimientos básicos de seguridad, improvisando respuestas sobre restricciones de equipaje o normativas internacionales que parecen inventadas sobre la marcha. Esto obliga a los pasajeros a confiar más en la suerte, o en la Virgen de Guadalupe, que en el juicio y criterio del personal encargado.

La falta de preparación también queda en evidencia ante incidentes reales. Cualquier eventualidad menor puede convertirse rápidamente en un espectáculo de caos, en donde los protocolos de emergencia parecen inexistentes, y los viajeros se convierten en actores involuntarios de una tragicomedia surrealista digna de Luis Buñuel. Las emergencias, entonces, se resuelven más por milagro o intervención divina que por una respuesta eficaz de las autoridades aeroportuarias.

Esta falta de capacitación no solo afecta la seguridad física, sino también la tranquilidad emocional de los viajeros, quienes se ven obligados a lidiar con la ansiedad adicional de no saber cómo responderá el personal ante una situación crítica. Los filtros de seguridad terminan siendo, en realidad, filtros de paciencia y tolerancia, poniendo a prueba hasta al viajero más zen.

Así que, estimado viajero, en tu próximo vuelo cuando un agente confunda tus audífonos inalámbricos con tecnología de espionaje o insista en que tu shampoo puede derribar un avión comercial, respira profundo y sonríe con paciencia. Recuerda que estás viviendo una experiencia auténticamente mexicana, donde el absurdo y lo surreal forman parte de la cultura cotidiana. Al final, en un país donde el patrono no oficial del viajero es San Judas Tadeo, los filtros aeroportuarios son solo otro acto de profunda fe.

Bienvenido a México.🇲🇽

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