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México Mágico S.A. de C.V. (o cómo convertir 177 pueblos en parques temáticos)

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México Mágico S.A. de C.V. (o cómo convertir 177 pueblos en parques temáticos)

México Mágico S.A. de C.V. (o cómo convertir 177 pueblos en parques temáticos)

Primero fueron treinta y dos, luego cincuenta, luego ciento once, y ahora ya vamos en 177 Pueblos Mágicos oficialmente aprobados por la Secretaría de Turismo. ¿Magia o inflación? Difícil saberlo en un país donde la realidad supera constantemente a la ficción. Pero algo está claro: en México, cuando algo funciona, lo explotamos hasta convertirlo en meme, marca registrada y tienda de souvenirs.

Érase una vez… la magia oficializada

Todo comenzó en el lejano 2001, cuando Huasca de Ocampo, Real de Catorce, Mexcaltitán y Tepoztlán recibieron el honor místico de ser llamados “Pueblos Mágicos”. Desde entonces, el nombramiento cayó como polvo de hada sobre decenas de comunidades que pasaron, literalmente de la noche a la mañana, de “pueblo cualquiera” a “lugar encantado certificado”. Así, lo que antes era tranquilidad se volvió cola para comprar helados artesanales, y lo que antes era economía local se convirtió en mercado hipster con precios de importación.

Para 2024, según datos oficiales, ya son 177 los lugares “mágicos”, aunque, entre tanta magia acumulada, uno empieza a sospechar que quizá deberíamos rebautizarlos como “Pueblos Mágicamente Iguales”: mismos letreros coloridos en las plazas centrales, mismos cafés boutique, mismas tiendas orgánicas. El encanto mexicano empaquetado para turista sensible.

El ABC de la magia burocrática

Pero ¿qué convierte a un pueblo en mágico? Según la Secretaría de Turismo, deben tener “atributos simbólicos, leyendas, historia, hechos trascendentes y cotidianidad intacta”. Aunque la cotidianidad intacta, en la práctica, suele ser la primera víctima de la magia oficial.

Ahora, ante el éxito indiscutible del concepto (entiéndase éxito como acumulación de selfies y hashtags), han surgido variantes igualmente oficiales, como los “Barrios Mágicos” o los recientes “Reinos de México”, intentando convertir cualquier esquina en Disneylandia regional. Muy pronto quizá tengamos “Banquetas Mágicas” o “Semáforos Encantados”, si con eso atraemos turistas internacionales.

Un pueblo mágico llamado gentrificación

La magia también tiene efectos secundarios: aumentos de hasta un 300 % en rentas, expulsión silenciosa de habitantes locales que son sustituidos por nómadas digitales y artesanos que, casualmente, no hablan español. Seamos honestos: si la magia existe en estos pueblos, es porque sus habitantes originales desaparecen misteriosamente tras bambalinas.

En Tulum, por ejemplo, el pueblo mágico se volvió tan mágico que dejó de ser pueblo y se transformó en una colonia californiana, donde es más fácil encontrar un latte vegano que una quesadilla con huitlacoche.

El turismo mágico en cifras tragicómicas

Cada año, según datos oficiales, los Pueblos Mágicos reciben aproximadamente 10 millones de visitantes nacionales e internacionales. Y claro, se generan ingresos millonarios para restaurantes que sirven chapulines gourmet, hoteles con nombres en náhuatl administrados desde Nueva York, y tours que prometen “conocer lo más auténtico de México en tres horas y con aire acondicionado”.

Y aunque el gobierno insiste en que esto beneficia enormemente a las comunidades, la realidad indica que los pequeños comerciantes y habitantes locales ven cómo sus ingresos mágicamente permanecen estancados, mientras sus costos de vida mágicamente suben como globos de cantoya en festival nocturno.

La tragicomedia infinita: magia al estilo mexicano

Pero no todo es tragedia. También existe la verdadera magia de este país: la capacidad innata del mexicano para adaptarse a lo absurdo. Así, los habitantes originales aprenden rápidamente a vender sombreros típicos made in China y ofrecen dulces tradicionales que fueron elaborados en fábricas industriales del Estado de México. Porque, en el fondo, todo Pueblo Mágico es un acto de resistencia ante la globalización… financiado, claro está, con tarjetas de crédito internacionales.

Finalmente, la magia real, la auténtica, es esta: que, pese a todo, México seguirá añadiendo Pueblos Mágicos hasta que todos sean mágicos, hasta que cada esquina tenga su logotipo oficial y cada habitante su credencial de mago certificado.

Y quizá, solo quizá, un día despertemos para descubrir que México entero es oficialmente mágico, y entonces, ¿qué más dará la realidad, si podemos seguir viviendo en un hermoso sueño de colores pastel y burocracia encantadora?

Así sea.

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