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Tulum: del paraíso eco-chic al ‘pueblo narcomágico’

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Tulum: del paraíso eco-chic al ‘pueblo narcomágico’

Tulum: del paraíso eco-chic al ‘pueblo narcomágico’

Yoga, DJ’s, cocaína y balazos: crónica tragicómica del edén más contradictorio del Caribe mexicano

A las seis de la mañana, una turista hace yoga en la arena blanca de Tulum. Cierra los ojos, repite “Namasté” y parece vivir la postal perfecta de espiritualidad que venden las agencias de viaje. Pero unas horas antes, otra postal: casquillos regados frente a hoteles, turistas corriendo en sandalias y sicarios huyendo en motos. Bienvenidos a Tulum, el pueblo mágico donde la meditación matutina se combina con balaceras nocturnas.

Fiscal caído en el paraíso

La postal zen se fracturó dramáticamente en marzo de 2025 con el asesinato del secretario de Seguridad local, José Roberto Rodríguez. Emboscado por sicarios en plena colonia turística La Veleta, a escasos minutos de las cabañas ecológicas donde influencers meditan sobre el karma, murió en un hospital tras ser baleado frente a su casa. La autoridad encargada de proteger al destino más famoso de la Riviera Maya fue ejecutada al estilo narco, en la tierra prometida de la espiritualidad y las buenas vibras.

No es casualidad. Apenas días antes habían rafagueado la fiscalía estatal, luego de detener a medio centenar de narcomenudistas locales. Ahora, las autoridades recorren la zona hotelera blindados hasta los dientes, con chaleco antibalas bajo la guayabera.

Fiestas electrónicas, DJs y menú narco

Pese a todo, cada noche la jungla tulumense vibra con DJs internacionales, beats psicodélicos y jóvenes millonarios de sombrero boho-chic. Mezcal artesanal a precio de caviar y cocaína “recreativa” conviven alegremente en antros exclusivos. “La droga aquí se reparte en restaurantes como aperitivo”, susurra un empresario local resignado. Cárteles rivales — Caborca, Sinaloa y células locales— libran una guerra por la exclusiva plaza turística, sembrando cadáveres entre palmeras y cabañas de lujo.

En Tulum, los ajustes de cuentas no se saldan con reseñas negativas en TripAdvisor, sino con balas. Apenas en febrero pasado, una turista estadounidense quedó atrapada en fuego cruzado en la zona hotelera, convirtiéndose en otro trágico “daño colateral” de esta versión tropical del narco-tour.

Pueblo cara-mágica: gentrificación, expulsión y matcha latte

La invasión turística desplazó a pescadores mayas y agricultores locales. Donde había casas humildes hoy surgen lofts minimalistas y cafeterías gourmet. Los locales venden sus terrenos por centavos a desarrolladores internacionales, escapando hacia zonas marginales. La renta de un cuartito vale más que el salario de un mes, el taco barato es especie en extinción y el coco orgánico se cobra en dólares. Tulum se volvió un destino “cara-mágica”, mágico para influencers extranjeros pero caro e imposible para sus habitantes originales.

Ecocidio chic: aguas negras en cenotes sagrados

Aunque los hoteles presumen sostenibilidad —paneles solares y bicicletas vintage—, Tulum enfrenta una crisis ecológica alarmante. Con 120 mil toneladas anuales de basura generadas por turistas, manglares arrasados y cenotes contaminados con aguas negras, cocaína y bloqueador solar, el daño ambiental es irreparable. Más de 150 mil habitantes carecen de drenaje formal y descargan directamente al acuífero subterráneo, convirtiendo las aguas sagradas en un cóctel tóxico, todo bajo la etiqueta del turismo eco-chic.

Simulación espiritual, realidad violenta

Tulum se promociona como paraíso wellness mientras convive con la violencia narco más brutal. Ejecutados aparecen regularmente en zonas turísticas; las autoridades prometen “excelentes noticias” mediante hashtags optimistas mientras balazos resuenan de fondo. Empresarios hoteleros callan por miedo y complicidad, mientras los turistas ingenuos creen venir al nirvana espiritual.

La gobernadora tuitea ilusiones paradisíacas inventadas, negando una realidad donde la sangre mancha la arena. El silencio institucional es cómplice; en Tulum, la simulación se volvió mantra oficial.

Epílogo tragicómico: namasté y cuidado con las balas

Así es Tulum, tragicómica tierra de contrastes, donde conviven yoga y violencia, meditación y balacera, espiritualidad e impunidad. Visitantes llegan con ilusiones espirituales y terminan en medio de operativos militares y ajustes de cuentas. Un lugar donde la realidad supera al marketing, y donde el absurdo se encuentra en cada esquina. Aquí más de uno gritaría: “¿Espiritualidad? ¡Espirituales son los sustos que se llevan aquí cada noche!”.

Aquí la carcajada es amarga: Tulum promete iluminación, pero lo único seguro es que al visitante le toque hacer shavasana cuerpo a tierra mientras suena otra ráfaga nocturna.

A pesar del caos y la violencia, Tulum sigue guardando en sus rincones la verdadera magia: la de su gente. Allí están todavía sus habitantes originarios, que cuidan sus tradiciones con dignidad y amor profundo por la tierra; y esos turistas conscientes que buscan algo más auténtico que una simple selfie y desenfrene nocturno, quienes trabajan junto a las comunidades para rescatar lo bueno, sanar heridas y devolver al paraíso su esencia más noble. En ellos está la esperanza: personas que saben que Tulum merece ser salvado y protegido, porque bajo las sombras, aún brilla la luz de un pueblo dispuesto a recuperar su paz. Namasté.

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